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Para una persona con valores científicos bien fundados es difícil creer
que algo no pueda ser explicado por la razón, algo que escape a los límites de
la experimentación científica o que no pueda ser mencionado en un postulado o
ley, pero cierta persona, que me está leyendo, podría aprender lo contrario,
este día, quizás mañana o en algún momento del futuro, pero créanme, será una
de las experiencias más inolvidables de su vida, no me refiero a algo
maravilloso, si no a lo terrorífico que puede llegar a ser, encontrarse con un
ser insólito, un ser al cual las leyes científicas no parecen afectar en lo más
mínimo, tomemos como ejemplo la siguiente historia.
Su nombre lo desconozco, tal vez porque la historia lo ha tratado de
olvidar. En vida fue una mente brillante, ilustre científico que anteponía la
razón ante todo, fuese de la tierra o del espacio exterior, fuese un objeto
concreto o un simple sentimiento. Para él todo tenia explicación desde la
lluvia hasta el origen del propio universo, esta explicación debía ser lógica,
sencilla y sobre todo estar basada en fundamentos científicos, si no cumplía
con esto, para nuestro científico, el cual llamaremos Max, no tenía validez, ni
siquiera debía ser mencionado.
Cierto día en una entrevista radiofónica, se le cuestionaba por sus más
reciente trabajo investigativo, pero al conductor de la estación HGX se le
ocurrió desviar un poco la conversación para ganar más rating y le pregunto su
opinión sobre las religiones y más concretamente sobre la existencia de dios,
su respuesta fue simple, –no creo en algo que no pueda tocar, ver o sentir por
tanto, para mi dios es imaginario –dijo de forma muy segura al locutor, Max no
tenía problema con las personas que creían en dios pues lo consideraba el
escape de muchos ante la tragedia, la pobreza y demás males que aquejaban al
mundo.
Con la siguiente pregunta si que tuvo problema.
– ¿Crees que el diablo te castigara, por negar a dios? –pregunto el
locutor.
Max estallo en risas y muy satíricamente dijo –si ese tal diablo existe
no tendría problema con venderle mi alma por un par de huevos fritos con
bastante salsa, pues muero de hambre–.
El locutor también estallo en risa y al ver que su invitado tenía que
saciar una necesidad básica cerró el programa, no sin antes promocionar el
nuevo libro de Max.
Al salir de la estación de radio, un hombre de traje color lila se le acercó
al científico y le pidió su autógrafo, le dijo que lo admiraba mucho y que
apoyaba sus teorías y declaraciones, lo admiraba tanto que le invito la cena
pues había escuchado su declaración en la radio, el hombre que lo invito a
cenar le pidió el par de huevos que había mencionado en la radio, a pesar de
ser un restaurant italiano le sirvieron este platillo y comió plácidamente,
ante la mirada fija del hombre del traje lila, este le hizo más preguntas, a
las cuales Max respondía.
Terminado de comer, Max se disculpó con su anfitrión pues tenía mucho
trabajo por lo que se retiraría en seguida, el hombre acepto cordialmente y lo
acompaño a su auto, Max se despidió y se marchó a toda velocidad y justo unos
kilómetros más adelante se percató de la presencia de alguien en los asientos
traseros de su auto, creyó que era algún ladrón y trato de mantener la calma,
sabía que ante esas situaciones los arrebatos no son nada buenos, pero después
perdió totalmente el juicio cuando vio al sujeto que le había invitado la cena.
Como una espesa niebla el sujeto paso de los asientos traseros al del
copiloto y con un voz muy grave dijo –querido Max he venido por mi pago, yo ya
cumplí con mi parte del trato ahora te toca a ti pagar lo que me debes–, Max ya
no daba crédito a lo que sus ojos veían, con lo que le quedaba de cordura solo
atinó a decir –por dios, esto no puede ser posible. Más tarde ese mismo día su
cuerpo era encontrado sin vida dentro de su auto con una pequeña nota que decía
“cuidado con lo que deseas”.
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