En las calles del México colonial algunas noches eran invadidas por el
temor que producía un ser espectral, el cual siempre en noches de luna llena
atemorizaba aquella ciudad en desarrollo, todas las personas durante estos días
procuraban acostarse temprano pues aquel ser, ya estaba vagando por las calles
cuando la noche reinaba.
Los grandes gemidos, sollozos y lamentos de la llorona despertaban en la
gente un temor muy grande, el cual solo les permitía santiguarse para alejar a
tan horripilante ser de sus casas y de sus mentes, pues mientras más querían
olvidar a aquella mujer que vagaba por las calles, más se acordaban y se
llenaban de miedo.
Todos dormitaban en sus casas esperando a que el sueño les ganase para
no oír más a aquel ser, que despedía unos gritos desoladores que le helaba la
sangre hasta el más valiente capitán, todas las noches avanzaba entre las
calles para llegar a un punto clave.
Este punto era la plaza mayor donde se detenía por varios minutos viendo
hacia el oriente y después de un cese de sus lamentos, pegaba un gran grito final,
con el cual se despedía del mundo de los vivos, para dar paso al nuevo día.
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