Gerardo era un
joven un tanto descuidado, borracho y desobediente. Como ya había cumplido los
dieciocho años, pensaba que podía hacer lo que quisiera y nunca obedecía a sus
padres ya que se sentía libre con su mayoría de edad y le daba igual lo que su
mamá le dijera, pues era la única que se preocupaba por él, mientras que su
padre con todo el trabajo que tenía apenas le daba tiempo de verlo dos veces
por semana. Gerardo estaba a punto de salir de la preparatoria por lo que las
fiestas y convivios de despedida abundaban entre sus compañeros, siendo
invitado a casi todos, pero el más importante para él, lo tenía el domingo por
la noche, porque la fiesta tenía como anfitrión a su novia y por supuesto, no
le podía quedar mal
Dos días antes,
como de costumbre le pidió permiso a su mamá para ir, pero esta se lo negó,
debido a su bajo rendimiento en los exámenes que acababan de concluir, él se
molestó mucho con su madre, la insultó y se fue a buscar a su padre. Cuando
ella quiso detenerlo, Gerardo le presumió su mayoría de edad y se fue dejando a
su madre con el corazón destrozado. A su padre no le importaba lo que hiciera
su hijo y en cuanto lo vio llegar a su oficina le dijo que no tenía tiempo para
hablar, solo le dio dinero para que hiciera lo que quisiera, él, viendo la gran
cantidad de dinero se fue a un hotel, donde se quedó hasta el domingo por la
tarde, cuando se dispuso a ir a la fiesta de su novia.
Se la pasó de
maravilla en la fiesta, ese día tomó demasiado y a mitad de la madrugada
alrededor de las tres de la mañana, Gerardo regresó caminando al cuarto del
hotel en donde estaba viviendo, pues este le quedaba cerca, para llegar al
mencionado hotel tenía que atravesar un viejo puente el cual tenía siglos ahí,
incluso se había secado el rio que pasaba debajo de este, debido al desarrollo
urbano de la ciudad. Mientras pasaba por el puente pudo distinguir al otro lado
una figura humanoide que se acercaba a él, con la borrachera que tenía se veía
un poco borroso, Gerardo no le puso mucha importancia, pues pensó que se trataba
de una persona normal, cuando más se acercó a aquel bulto se dio cuenta de que
se trataba de una bella mujer que estaba a un lado del puente con un vestido
blanco que arrastraba por el piso.
La mujer tenía
pinta de una joven muy hermosa, con pronunciadas curvas, lo que cautivo más a
Gerardo, cuando este trató de acercarse a la joven esta solo le hiso una seña
con el dedo para que el muchacho la siguiera. Él, embobado con la belleza de la
joven, la siguió hasta bajar del puente, al llegar a ese punto Gerardo vio que
la mujer no tocaba el suelo con sus pies, sino que parecía flotar. El muchacho
se aterrorizó mucho e intentó huir del lugar, pero ya era demasiado tarde, pues
el fantasma pasó de ser una joven hermosa a un esqueleto andante con porciones
de carne en putrefacción, tenía unos colmillos grandes, una lengua muy larga
que parecía de serpiente y el cabello blanco cenizo, como si de una momia se
tratara.
Gerardo corrió
un poco, pero tropezó a los pocos metros debido al estado de ebriedad que
tenía, poco después fue alcanzado por el horrible ser, que al ver que estaba en
el piso indefenso, solo comenzó a reír macabramente y después le empezó a
arrancar trozos de carne a Gerardo, que le provocaban un intenso dolor, el cual
le hacía pegar grandes gritos. El joven al ver su muerte segura, recordó todo
lo malo que se había portado con su madre y quiso haberle hecho caso de no
asistir a esa fiesta, pero ya nada lo podía salvar. Después de sufrir una
muerte lenta y horrenda, la policía encontró su cuerpo bajo el puente con señas
de canibalismo, pues las mordidas dejadas por su atacante eran de un ser
humano.
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