En los años
90, ocurrió un caso poco difundido, esto sucedió en poblaciones rurales del
norte del país, en donde muchos pobladores amanecían destrozados, esto inquietó
a las autoridades por lo cual mandaron expertos forenses a investigar el caso,
sin alertar a la población pues temían que se hiciera un escándalo y hubiera
euforia en masa.
El
encargado de llevar esta investigación era el comandante de la policía,
Fernando López, junto a un grupo de 4 expertos, entre los cuales se encontraba
un detective llamado julio Díaz, dos forenses, quienes eran marido y mujer,
llamados Luis castro y Lucia Ruiz respectivamente y un médico veterinario
llamado Alberto Jiménez. Este equipo llegó a la sierra el día 22 de agosto de
1997 para empezar su investigación. Comenzaron en un pueblo llamado “El llano”
que era el centro de los ataques, pues en todos los pueblos vecinos había
ocurrido lo mismo.
Al llegar
se encontraron con un ataque reciente, cometido dos días atrás, en el que murió
un granjero de nombre Raimundo Gonzales. Fernando se dirigió a la casa de la
víctima y entrevistó a la familia.
Habló con
el único testigo, que era el hijo de don Raimundo, quien se logró salvar,
gracias a que durante el ataque, pudo esconderse dentro del granero.
Aquí un
fragmento de la entrevista:
Fernando:
—¿A qué hora ocurrió el ataque?
Ignacio:
—Fue alrededor de las 6 de la tarde.
Fernando:
—¿Que hacían mientras fueron atacados?
Ignacio: —Desgranábamos el maíz y para terminar rápido, decidimos quedarnos un poco más.
Fernando:
—¿me podría describir el ataque?
Ignacio:
—Creo que sí, cuando mi papá terminaba de desgranar una mazorca la arrojó al
monte y fue cuando escuchamos que algo se movía, no le pusimos importancia por
que creímos que se trataba de alguna liebre y seguimos con nuestro trabajo.
Después mi padre, dijo que estaba cansado y me mandó a llevar los instrumentos
al granero. Cuando salía del granero oí a mi padre decir que corriera y vi como
un gigantesco coyote lo estaba atacando con sus garras, corrí y cerré la puerta
del granero.
Fernando:
—Después de eso, ¿qué ocurrió?
Ignacio:
—Mi papá comenzó a disparar con su pistola, pero parecía que aquel coyote no
sintiera nada, mi padre trató entonces de correr, pero el coyote lo agarró y
con su hocico le mordió el cuello hasta que le arrancó la cabeza.
Con
lágrimas en los ojos, Ignacio comentó el resto de la historia, en donde dijo
que aquel ser tenía la forma de un coyote gigantesco, de grandes colmillos y
garras, una vez que se sació con la carne del desafortunado Raimundo, trató de
entrar al granero, pero se alejó cuando las nubes dejaron ver la luna llena,
mientras unos coyotes aullaban a lo lejos.
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