Esta historia me la contó un amigo que le
sucedió cuando íbamos en la primaria.
Mi amigo tiene una casa espaciosa, con árboles frutales, como la naranja y el durazno, también, en ese entonces, tenía dos gatos: una gata y un gatito pequeño, que era el hijo de la gata. En una noche tormentosa de invierno, en el mes de diciembre, sus gatos salieron de la casa, a él no le extrañó, pues casi siempre salían a cazar ratones o uno que otro animalejo.
De repente, como a las 8 de la noche, mi amigo escuchó un fuerte alarido desgarrador, como cuando los gatos se pelean y rápidamente, en compañía de su mamá, salieron al patio, que era de dónde provenía el ruido y vieron como un enorme animal, que parecía un gato, atacaba a su gata.
No pudieron hacer nada al ver aquella pelea tan violenta, pues quedaron hipnotizados por la mirada de aquel ser y sus penetrantes ojos color rojo como llamas, a los pocos minutos, ambos reaccionaron y fueron a socorrer a su gata, que gritaba de dolor cuando el extraño animal la mordía en alguna de sus patas, cuando pudieron estar más cerca de los animales que reñían, notaron que aquel ser no tenía una forma definida, sino que parecía estar en un estado gaseoso, también que poseía prominentes colmillos y unas fuertes garras que desprendían la piel de la desafortunada gata.
Como no los podían separar y cada vez se perdían más y más en la obscuridad, mi amigo tomo una lámpara de mano y apuntó la luz hacia donde supuestamente estaban los animales, pues podía escuchar los lamentos y quejidos resultantes de las heridas que se hacían. Cuando la luz cubrió a aquel ser, este pegó un fuerte alarido, indicando que la luz le molestaba y huyo perdiéndose entre los arboles de un terreno baldío, que estaba al lado de la casa de mi amigo.
Rápidamente fueron por la gata, que yacía con grandes dolores en el suelo y la llevaron dentro de su casa para curarla, esa noche no supieron nada del otro gatito que tenían. Fue hasta el otro día, cuando se despertaron, que pudieron ver con horror que el cadáver de su gatito, estaba sobre una de las ramas del árbol de durazno, con la cabeza arrancada y con señales de mordidas.
La gata después de que se recuperó, jamás volvió a salir de su casa e incluso temía salir al patio, solo lo hacía de día y cuando uno de sus amos la acompañara, también me contó que cada noche la gata miraba a la ventana del patio y se erizaba, como ahuyentando a alguien.
Después de platicar esto con otros amigos, me han comentado que se podría haber tratado de una especie de demonio, que tenía la forma de un animal y que tal vez había llegado a la tierra para alimentarse y lo que quería era entrar a la casa, pero gracias a los gatos no lo pudo hacer, pues se dice que estos animalitos protegen el hogar de algunos espíritus malignos.
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