Cierto día, una pareja decide viajar a la playa para divertirse, ya que últimamente habían tenido una carga excesiva de trabajo, el joven, llamado Manuel planea todo el viaje, para darle una sorpresa a María, como se llamaba su esposa. En poco tiempo, todo estaba listo y se dispusieron a tomar sus merecidas vacaciones.
Entonces Manuel y María decidieron salir a conocer el pueblo, estuvieron un rato caminando y divirtiéndose con todas las atracciones con las que contaba aquel pueblecillo, por lo que no se percataron que la hora indicada por el mecánico para que recogieran su auto ya había pasado.
Cuando por fin se dieron cuenta de la hora, ya tenían una hora de retraso, por lo que muy deprisa fueron al taller, el cual para su desgracia ya había cerrado, viendo que no había nadie decidieron pasar la noche en un hotel por lo que tomaron el más cercano, uno que quedaba como a dos calles del taller. Antes de entrar al hotel decidieron dar otra vuelta pues ya no tenían prisa de irse ese día, una vez que llegaron a su habitación, lo primero que hicieron fue ordenar comida pues no habían probado alimento en toda la tarde, ya satisfechos se bañaron y se dispusieron a dormir.
Como a media noche María, despertó rápidamente a Manuel, pues sentía que le habían jalado los pies, este se despertó de mala gana y no le hizo caso, alegando que María estaba soñando y no era verdad lo que decía, esto incomodó un poco a María, por lo cual no pudo dormir, además que seguía sintiendo que algo le jalaba los pies.
Así transcurrió el tiempo, hasta que pudo dormirse, pero no fue por mucho, pues un fuerte ruido despertó a ambos esposos, Manuel se levantó para ver que era y pegó un grito de horror, al ver que junto a él estaba parado una especie de murciélago gigante, el cual los quedaba observando con sus penetrantes ojos color rojo sangre.
Manuel casi se desmaya, pero María, quien era voluntaria en la parroquia de donde vivía, sabía rezar muy bien y sin temor logró recitar la oración de san Benito y en ese preciso instante el ser pegó un alarido y se metió bajo la cama, Manuel con un gran temor levantó la sabana que cubría a la cama y pudo comprobar que no había nada ni nadie bajo esta.
Despiertos pasaron el resto de la noche y a los primeros rayos del sol salieron corriendo de aquel lugar, cuando llegaron al taller, no reclamaron nada al mecánico, pues por el miedo que tenían, se les había olvidado, pero este, al notar lo horrorizados que estaban, les preguntó por ello y ellos le contaron todo lo sucedido.
El mecánico les contó una vieja leyenda en la que se mencionaba que en aquel hotel se realizaban rituales satánicos. Después de esto no quisieron ir a la playa y se regresaron a su casa para poder olvidar lo que les había pasado.
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